¿Qué es un informe de sostenibilidad obligatorio?
¿Qué debe incluir un informe de sostenibilidad obligatorio?
3 Riesgos de no cumplir: lo que te puede pasar si lo ignoras
Qué diferencia a las empresas que cumplen… de las que lideran
Cómo preparar a tu empresa para el futuro del reporting ESG
Dcycle: tu solución integral para informes ESG obligatorios
Preguntas Frecuentes (FAQs)
Cada vez más empresas se están enfrentando al informe de sostenibilidad obligatorio. No es una moda ni una tendencia pasajera.
Es una realidad que afecta directamente a cómo operamos y competimos en el mercado.
Las normativas han subido el listón. Reportar tu impacto ambiental, social y de gobernanza ya no es opcional. Si no lo haces, simplemente te vas quedando atrás.
Y no por un tema de imagen, sino porque las reglas del juego están cambiando: acceso a financiación sostenible, licitaciones, clientes y socios… todo empieza a depender de tus datos ESG.
¿Qué implica esto para nosotros? Que necesitamos tenerlo todo claro, ordenado y preparado para responder ante cualquier exigencia regulatoria. Así empieza el camino.
¿Debes presentar un informe obligatorio? Apóyate en un software CSRD que te guíe paso a paso en el proceso.
En este artículo vamos a ver qué está pasando con los informes de sostenibilidad, qué piden las normativas y cómo puedes prepararte sin volverte loco.
Un informe de sostenibilidad obligatorio es, básicamente, un documento que recoge cómo una empresa está gestionando su impacto ambiental, social y de gobernanza. Y lo hace con datos.
Nada de promesas vagas ni palabras bonitas.
Aplica a todos los sectores. Da igual si fabricas, vendes o das servicios. Si cumples ciertos criterios (tamaño, ingresos, número de empleados, presencia en Europa…), te va a tocar hacerlo.
Durante años, muchas empresas han publicado informes por su cuenta, con el enfoque que querían y los datos que les parecía mostrar.
Esto ya no basta. Ahora hay que seguir unas reglas concretas: qué datos dar, cómo darlos, con qué periodicidad y bajo qué estándares.
Porque la sostenibilidad ya no es una casilla para marcar. Es una palanca estratégica. Y como cualquier otro área crítica del negocio, hay que reportarla bien.
Además, los inversores, los clientes y los bancos quieren certezas, no buenas intenciones.
El cambio viene de arriba. Normativas como la CSRD o la taxonomía europea están marcando cómo deben reportar las empresas en Europa.
Pero no es solo cosa de Bruselas. A nivel global, también se está pidiendo más transparencia y comparabilidad.
¿Podemos relajarnos? No del todo. Estas normas están diseñadas para quedarse y van a ser cada vez más exigentes.
No solo afecta a quien hace el informe. Si trabajas con una gran empresa que tiene que reportar, te va a pedir tus datos.
Proveedores, partners, filiales… todos entramos en juego. Si no medimos ni compartimos nuestro impacto, quedamos fuera del mapa.
Así que esto no es una moda regulatoria, es una llamada de atención para ponernos al día.
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Un informe de sostenibilidad obligatorio no es un folleto corporativo. Es un documento técnico que recoge datos concretos y verificables sobre cómo gestionamos nuestro impacto ESG.
Vamos a repasar los elementos clave que debe incluir:
Aquí hablamos de emisiones, consumo de recursos, generación de residuos, uso de energía…
Todo lo que tenga que ver con el impacto directo e indirecto de nuestra actividad sobre el medioambiente.
Si no tienes estos datos bien recogidos, lo vas a tener difícil para cumplir.
La parte social se centra en cómo gestionamos a las personas. Incluye igualdad, salud y seguridad laboral, condiciones de trabajo, formación y diversidad.
Y sí, estos datos también se miden y se reportan. Ya no basta con decir que “nos importa la gente”.
Aquí entran aspectos como la ética empresarial, la transparencia, la lucha contra la corrupción y la estructura de gobierno.
Las empresas tienen que demostrar cómo toman decisiones y qué mecanismos tienen para que se hagan bien.
No vale cualquier dato ni cualquier formato. Hay que indicar qué normas y estándares seguimos: CSRD, GRI, ESRS, lo que nos aplique.
Esto asegura que el informe tenga estructura, comparabilidad y validez ante terceros.
No solo se trata de contar lo que ya hicimos, también debemos decir a dónde vamos.
Eso implica declarar objetivos, reconocer riesgos ESG y explicar qué vamos a hacer para mejorar en los próximos años.
Este informe no es solo para quedar bien. Cumplir con él tiene ventajas claras para el negocio.
Esto es especialmente relevante para las empresas que cotizan en bolsa, quienes deben reportar de forma rigurosa sus datos ESG para cumplir con las expectativas del mercado financiero.
Cada vez más inversores piden datos ESG antes de poner dinero. Si no tienes el informe, ni te miran.
Tenerlo listo abre puertas a préstamos, fondos y oportunidades que antes no estaban.
Un informe sólido demuestra que tomamos esto en serio. Eso genera confianza entre clientes, proveedores y empleados.
No se trata de postureo, se trata de credibilidad.
Tener todos los datos ESG en orden nos permite anticipar problemas, evitar sanciones y reducir incertidumbre.
No es solo cumplir con la norma, es poder dormir tranquilos sabiendo que no dejamos cabos sueltos.
No cumplir con el informe de sostenibilidad obligatorio no es solo una cuestión de papeleo. Tiene consecuencias reales para el negocio.
Las normativas no son opcionales. Si no entregamos el informe, nos exponemos a multas, bloqueos o exclusiones en licitaciones.
Cumplir es mucho más barato que enfrentarse a una sanción o perder oportunidades clave.
Hoy el mercado compara. Si otros reportan y nosotros no, perdemos credibilidad, acceso a clientes exigentes y capacidad de diferenciación.
No se trata de parecer responsables. Es serlo y demostrarlo con datos.
En un entorno donde la transparencia pesa más que el marketing, no reportar genera desconfianza.
Y una vez que pierdes la confianza del mercado, cuesta mucho recuperarla.
Saber qué incluir en el informe es solo una parte del problema. Lo realmente complicado es tener todos los datos listos y organizados.
Los datos ESG están repartidos por toda la empresa: operaciones, RRHH, compras, finanzas… Y ningún equipo los tiene todos a la vista.
Además, muchos de estos datos no están digitalizados o ni siquiera se recogen de forma sistemática.
Aquí es donde entra la tecnología.
Cada vez más empresas están utilizando soluciones de automatización de procesos que simplifican la recopilación y clasificación del dato ESG.
En nuestro caso, no somos auditores ni consultores. Somos una solución que centraliza toda la información ESG y la conecta con los distintos usos: CSRD, taxonomía, ISOs, EINF o lo que toque hacer.
Porque si no tienes los datos bien estructurados, ni siquiera puedes empezar.
Te guiamos paso a paso: agenda una demostración.
El principal obstáculo no es la norma, es el desorden interno.
Muchas empresas no fallan por falta de intención, sino porque tienen los datos ESG desperdigados en correos, excels, carpetas y equipos desconectados. El caos interno se convierte en la verdadera barrera para cumplir.
La solución no empieza por el informe, sino por los sistemas.
Hay que sentar las bases: saber dónde están los datos, quién los genera, cómo se validan y en qué formato. Y todo esto, antes siquiera de pensar en informes o auditorías.
Sin trazabilidad, no hay credibilidad.
No basta con tener cifras. Las normativas exigen demostrar el origen y la fiabilidad de cada dato. Por eso, digitalizar y automatizar no es lujo: es supervivencia.
Cumplir con lo mínimo es quedarse corto.
Hay empresas que hacen el informe solo para evitar sanciones. Y otras que lo usan como una herramienta de gestión real, con impacto directo en decisiones estratégicas.
Las que lideran lo tienen claro: ESG no es solo reputación, es eficiencia.
Cuando gestionas bien tu sostenibilidad, mejoras procesos, reduces costes, atraes talento y te posicionas mejor ante inversores. No es teoría, es práctica diaria.
El informe deja de ser un documento y se convierte en una brújula.
No sirve solo para “entregarlo a tiempo”. Sirve para saber en qué punto estás, hacia dónde vas, y cómo transformar los datos en decisiones que generen impacto económico y ambiental.
El cumplimiento ESG no se juega en el último trimestre.
Esperar al cierre del año para recopilar datos es una receta para el estrés. Las empresas que lo hacen bien miden todo el año, corrigen a tiempo y llegan preparadas al informe final.
Un buen sistema ESG te permite reaccionar, no solo reportar.
Si detectas un aumento en tus emisiones en marzo, puedes actuar en abril. No esperar a diciembre para darte cuenta de que te pasaste de largo en todos tus objetivos.
Medir en tiempo real es una ventaja competitiva, no solo técnica.
Quienes gestionan su sostenibilidad como un proceso continuo tienen mejores métricas, menos errores, más credibilidad… y menos sobresaltos cuando toca auditar.
Muchas empresas se enfrentan al informe de sostenibilidad como una carga regulatoria. Pero las más avanzadas lo están usando para algo más potente: alinear sostenibilidad con negocio real. Esto significa convertir datos en decisiones, reportes en estrategia y cumplimiento en rentabilidad.
Cuando el equipo financiero ve en el informe una herramienta para detectar riesgos, o el departamento de compras lo usa para seleccionar proveedores más eficientes, el reporte deja de ser una obligación y pasa a ser una palanca de competitividad.
El gran salto ocurre cuando los datos ESG se integran en el día a día del negocio. Por ejemplo:
Eso solo pasa si el informe no se queda en la carpeta del responsable de sostenibilidad. Tiene que llegar a finanzas, estrategia, operaciones y ventas. Tiene que hablar su idioma y responder a sus retos.
A diferencia de otros trámites, el informe ESG bien gestionado tiene un retorno claro:
No es un gasto. Es una inversión. Y si lo integras bien, el resultado se nota en el margen y en la proyección del negocio.
Un error muy frecuente es pensar que el informe ESG lo puede sacar adelante solo el área de sostenibilidad.
Pero la realidad es que el 90% de los datos que exige la normativa están repartidos por toda la empresa: finanzas, compras, logística, legal, recursos humanos, tecnología…
Si esos equipos no están alineados desde el principio, el resultado es previsible: información incompleta, retrasos, correcciones de última hora y frustración para todos.
Para cumplir (y sobre todo, para liderar), necesitas una visión transversal. Eso implica dos cosas:
Los equipos que entienden el impacto de sus datos en el informe, y en las decisiones de la empresa, colaboran más, mejor y más rápido.
Hay que cambiar el relato. No se trata de “pasarnos más trabajo”, sino de usar la sostenibilidad como brújula de negocio. Si el informe sirve para detectar mejoras, evitar riesgos o generar valor, todos ganan.
Aquí es donde las herramientas digitales ayudan: evitan duplicidades, automatizan flujos y hacen visible el aporte de cada área. Cuando el proceso es claro, colaborativo y útil, deja de ser un dolor de cabeza y empieza a ser una oportunidad.
Cumplir con las normativas ESG no debería ser una carrera de último minuto. Las empresas que se preparan con antelación no solo reportan mejor, sino que gestionan mejor.
Saben qué medir, cómo medirlo y cómo convertir esos datos en decisiones diarias.
Esto implica tener una estrategia clara desde ya, no esperar a que llegue el siguiente deadline para correr. Las organizaciones más avanzadas están invirtiendo en sistemas, personas y procesos que les permiten integrar la sostenibilidad en su día a día. No lo ven como un “extra”, lo ven como parte del negocio.
Antes de lanzarte a estructurar informes o contratar herramientas, necesitas tener un diagnóstico honesto de tu situación actual. ¿Qué datos tienes? ¿Qué te falta? ¿Quién los tiene? ¿Dónde están guardados? ¿Están validados?
Sin responder a eso, es imposible hacer un buen informe. Muchas empresas descubren, al empezar, que los datos están incompletos, duplicados o mal definidos.
O que ni siquiera existen. Por eso el primer paso no es el Excel: es el mapa.
El reporting efectivo solo funciona si se convierte en un reflejo de la cultura interna. Eso significa que los datos ESG no deben depender de una sola persona o equipo. Deben estar embebidos en la forma de trabajar de cada área.
Un área de RRHH que mide la igualdad, un equipo de operaciones que registra consumos, un departamento financiero que conoce los riesgos climáticos…
Esa es la diferencia entre una empresa que sobrevive al informe y una que saca ventaja con él.
Muchas pequeñas y medianas empresas también deben estar atentas. Las Pymes ya están siendo involucradas en los procesos de sostenibilidad de sus clientes mayores, especialmente cuando forman parte de sus cadenas de valor.
Una de las grandes lecciones que deja la nueva ola regulatoria es esta: el impacto ESG no se mide solo dentro de tu empresa. Se mide en toda la cadena de valor.
Las grandes compañías europeas ya están exigiendo a sus proveedores que entreguen datos fiables sobre emisiones, riesgos sociales o gobernanza sostenibles. Si no puedes demostrar tu cumplimiento, pierdes contratos. Así de simple.
Puede que tu empresa aún no tenga que entregar un informe obligatorio. Pero si vendes a una multinacional, te lo van a pedir igual. Emisiones Scope 3, riesgos laborales, trazabilidad de materias primas, prácticas éticas…
Esto no es una tendencia pasajera. Es una nueva forma de hacer negocios. Las grandes empresas están usando el reporting ESG para elegir con quién trabajan, con quién invierten y a quién descartan.
Sí, es más trabajo. Pero también es una oportunidad real de mejora. Las empresas que empiezan a medir su impacto antes de que se lo exijan, tienen más control, más margen de maniobra y mejor reputación.
Además, muchas están encontrando beneficios inesperados: menores costes operativos, procesos más eficientes, y mayor claridad en decisiones estratégicas.
Lo que empezó como una “obligación del cliente”, termina siendo una palanca de transformación interna.
Una excelente gobernanza ESG no depende solo del equipo de sostenibilidad: involucra a la alta dirección, legal, finanzas y consejo. Para que sea eficaz, parte de estos tres pilares:
Definición de responsabilidades claras: es fundamental que cada departamento sepa qué datos debe aportar, cuándo y cómo. Las mejores empresas establecen responsables ESG en cada área, con roles y tareas bien definidos (por ejemplo, compras para emisiones Scope 3, RRHH para indicadores de diversidad, operaciones para consumo energético).
Políticas y niveles de aprobación formalizados: no basta con buenos propósitos; necesitas políticas ESG documentadas y circuitos de aprobación transparentes. Esto incluye protocolos para auditoría interna, registro de incidencias ESG y seguimientos anuales. Así tu informe siempre refleja una Gobernanza sólida, fiable y auditada.
Revisión periódica del sistema de gobierno ESG: al menos cada año, conviene revisar el impacto real de tus políticas ESG e incorporar avances regulatorios o mejores prácticas. ¿Qué indicadores mejoran y cuáles no? ¿Qué efectos han tenido realmente las acciones emprendidas? La respuesta debe incluirse en el informe y en los planes de mejora siguientes.
¿Por qué sirve?
En consecuencia, la gobernanza robusta es una señal de que tu empresa no solo cumple, sino que gestiona activamente su impacto ESG desde la cúpula.
Una estrategia ESG efectiva no es una capa adicional, sino un elemento central del modelo de negocio. Esto exige una integración consciente en tres áreas clave:
Planificación estratégica alineada con objetivos ESG: establecer objetivos como reducción de emisiones, diversificación o bienestar laboral directamente vinculados a indicadores financieros y de negocio. Por ejemplo, ahorrar energía no solo reduce emisiones, sino que también disminuye costes operativos. Y los objetivos sociales pueden mejorar la retención y productividad del equipo.
Vinculación entre presupuesto y sostenibilidad: en las empresas líderes, parte del presupuesto anual se asigna explícitamente a iniciativas ESG: eficiencia energética, formación en diversidad, procesos de compliance. Esto demuestra que no es un "gasto + más" sino una inversión estratégica con retorno.
Decisiones operativas basadas en datos ESG conectados al negocio: si tus sistemas permiten cruzar métricas de consumo, emisiones, salud laboral o diversidad con KPIs de negocio, puedes tomar decisiones oportunas:
La clave es que el sistema no solo reporta, sino que permite analizar y actuar con base en datos ESG.
Impactos reales: ¿qué se gana?
Cada vez más fondos de inversión, bancos y capital riesgo exigen datos ESG claros antes de sentarse a negociar. No buscan promesas ni frases bonitas: quieren certezas.
Un informe ESG bien trabajado, con metodologías validadas, objetivos alineados con ciencia, y riesgos identificados, se convierte en tu mejor carta de presentación.
Sirve para demostrar que tu empresa no es un riesgo oculto. Que tienes visión a largo plazo. Que sabes anticiparte. Y eso te abre puertas a financiación, créditos y nuevas oportunidades que antes parecían fuera de alcance.
No basta con “ser sostenible”, hay que demostrarlo. Hoy en día, muchos clientes solo trabajan con proveedores que pueden enseñar sus datos ESG. No por postureo, sino porque también están obligados a reportar.
Un informe ESG bien planteado te permite destacar en licitaciones, propuestas comerciales y negociaciones clave. Puedes mostrar, por ejemplo:
Eso es lo que marca la diferencia entre una promesa y una ventaja competitiva real.
Un informe ESG potente no se queda en el departamento de sostenibilidad. Si se comunica bien, puede ayudar a que toda la empresa se alinee:
Así es como el ESG deja de ser una “carga regulatoria” y se convierte en una herramienta de gestión transversal. Y ahí empieza el cambio de verdad.
Muchas empresas tienen historias sostenibles que contar, pero no las saben mostrar. Un informe ESG estructurado te da esa oportunidad.
Puedes usarlo en tus materiales de marketing, presentaciones comerciales o propuestas a clientes para decir:
Eso no es marketing vacío, son pruebas concretas. Y te posicionan mucho mejor en un mercado que ya no se cree cualquier discurso.
Muchas veces, al hacer el informe, las empresas descubren cosas que ni sabían:
¿La buena noticia? Que eso se puede corregir. Y cuando lo haces, no solo mejoras tu sostenibilidad: también reduces costes, optimizas operaciones y evitas riesgos innecesarios.
Cada vez más personas eligen dónde trabajar en función del propósito. Pero no vale con decir que eres “responsable” o que “te importa la sostenibilidad”.
Un buen informe ESG enseña la realidad con cifras:
Esa transparencia genera confianza. Y la confianza atrae talento, lo retiene y lo convierte en embajador de la marca desde dentro.
Un error común es pensar que el informe se hace en diciembre. Que es algo puntual. Pero las empresas que de verdad sacan partido lo integran en su día a día.
¿Qué significa eso?
Esa es la gran diferencia entre “cumplir” y gestionar con visión estratégica.
En Dcycle no somos auditores ni consultores. Somos una solución para empresas que quieren tener sus datos ESG bajo control y usarlos de forma estratégica.
Toda la información ESG que tienes repartida en mil sitios, la centralizamos en un solo sistema. Emisiones, datos sociales, gobierno corporativo… todo conectado.
Olvídate de perseguir a cada equipo por un Excel. Automatizamos la recogida de datos y la dejamos lista para usar.
Recogemos tus datos y los transformamos en lo que necesites entregar. Un único dato, múltiples usos: EINF, CSRD, taxonomía, objetivos SBTi, ISOs… lo que sea que tengas (o quieras) hacer.
Trabajamos con esa lógica: una sola fuente, múltiples destinos.
No se trata solo de cumplir con las normas. Se trata de usar los datos para mejorar cómo funciona tu empresa.
La plataforma permite hacer seguimiento, detectar oportunidades y marcar planes de acción. Todo en un solo sitio, sin líos, sin procesos infinitos.
Da vida a tu estrategia digital, agenda una demostración.
Llevamos años viendo cómo las empresas enfrentan este reto de compliance. Las que lo hacen bien no son las que más informes publican, sino las que tienen los datos bien estructurados desde el principio.
Sin datos claros, no hay estrategia. Sin estrategia, no hay ventaja competitiva.
Empiezan por lo básico: saber qué tienen, qué no tienen y dónde están los vacíos. Luego eligen una solución que les permita ordenar y conectar todo.
No buscan complicarse la vida. Buscan eficiencia, claridad y control.
Empieza por los datos. Si no sabes qué estás midiendo, no vas a poder reportar nada.
Desde Dcycle, te ayudamos a recogerlo todo, conectarlo con lo que necesites reportar y ponerlo en marcha en menos tiempo del que crees.
Porque si no lo haces ahora, te vas a quedar atrás. Y eso sí que no es una opción.
Depende del tamaño, la facturación y el número de empleados. Si operamos en la UE o formamos parte de una cadena de suministro grande, seguramente nos toque.
Cada normativa establece unos criterios concretos, pero la tendencia es clara: cada vez más empresas entran en el radar.
La CSRD es una normativa obligatoria, mientras que GRI y otros marcos como ESRS son estándares que explican cómo reportar.
Es decir, CSRD te dice que tienes que hacerlo, y los otros te dicen cómo hacerlo bien.
Poder, se puede… pero es un infierno. Si lo haces manual, te vas a enfrentar a errores, datos incompletos y mucho tiempo perdido.
Por eso cada vez más empresas usan soluciones digitales que automatizan este proceso y evitan perder el control.
Hay que tener trazabilidad. Saber de dónde salen los datos, quién los valida y si siguen una metodología reconocida.
Si no puedes responder a eso, lo más probable es que no estén bien.
Sanciones, bloqueos administrativos y pérdida de oportunidades. Y eso sin contar el golpe reputacional.
No es solo un trámite. Es parte de lo que nos mantiene dentro del mercado.
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